Por: Ana Milena Parra
Por falta de sueño un amplio sector del barrio El Diamante ha venido sufriendo incomodidad e incluso estrés, una realidad cotidiana que afecta la calidad de vida en esta zona del suroriente caleño. El ruido es la razón de los desvelos, lo que ha motivado a sus habitantes a buscar formas de bajarle el volumen.
Desde hace unos 4 años, parte de los 12 497 residentes de este sector (según censo del DANE 2005) enfrenta un problema constante que perturba la paz nocturna de las personas que habitan allí. No obstante, la comunidad ha venido implementando estrategias como el diálogo y la aplicación de normas para remediar dicho conflicto.
Para comenzar, es pertinente comprender que el ruido se define como un tipo de sonido indeseado o sonido muy fuerte, desagradable o inesperado. Mientras que el sonido se propaga a través de ondas regulares, el ruido lo hace por ondas irregulares.
Sobre esa definición, un estudio de contaminación atmosférica de la Universidad de Castilla, La Mancha, efectuado en 2004, dejó clara la diferencia entre sonido y ruido. “Se presenta según la subjetividad de recepción sensorial auditiva del receptor, quien lo determina como agradable o desagradable, clasificando este último como ruido”.
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Como se recordará, la Organización Mundial de la Salud, OMS, ha definido la contaminación auditiva como el tercer problema ambiental de mayor relevancia en el mundo, como quedó definido desde 2008 por el organismo.
En el contexto colombiano, la ministra de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial, Susana Muhamad, acudió a la Resolución 0627 de 2006, como se indica en el portal del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo (mincit.gov.co), con el objetivo de controlar y reducir la contaminación atmosférica causada por el ruido en el territorio nacional.
Basados en las normas y apreciaciones anteriores, moradores del barrio El Diamante las apropiaron, debido a que la situación del ruido llegó a un punto crítico. Un caso diciente es el causado por uno de los comerciantes asentados en uno de los 1694 predios del barrio, y en donde funciona el bar llamado ‘Donde Crispeta y Toly’.
“Trabajo desde temprano todas las mañanas y el ruido me impide descansar en las noches, ya que no puedo conciliar el sueño, lo que afecta mi desempeño laboral y mi salud en general, es frustrante”, fue el testimonio de Yesid Parra, uno de los vecinos damnificados por el ruido del establecimiento ubicado en la carrera 33 con calle 40.
Similar posición asumió el señor Carlos Godoy, un residente del barrio, quien además señaló la falta de comunicación por parte del propietario del bar.
“Hemos intentado hablar con él muchas veces, pero ha hecho caso omiso a nuestras quejas, parece que no está dispuesto a comprometerse con la comunidad y resolver este problema de manera adecuada”.
En consecuencia, la comunidad decidió acudir a las normas disponibles con el fin de contrarrestar situaciones como la descrita.
Según estipula el Artículo 42 de la Resolución 8321 del Ministerio de Salud sobre que por ningún motivo una persona puede estar expuesta a ruidos por encima de los 115 decibeles (dB) ni por un tiempo mínimo. Con ello los residentes exponían su salud mental, física y laboral, al estar vulnerables a niveles de ruido dañinos.
En ese sentido, expertos han considerado que son 85 decibeles los que el ser humano puede soportar durante 8 horas, sin que haya un riesgo por esa exposición. Pero el tiempo permitido mermará en la medida que la intensidad del sonido aumente.
Son innumerables las normas y restricciones. Como la ley publicada en la Gaceta #1024 de 2023, en la que definen los lineamientos, responsabilidades y competencias específicas de los entes territoriales, autoridades ambientales y de policía para la formulación de una política de calidad acústica para el país.
Por eso, en primera instancia, los residentes de El Diamante plantearon sucesivas quejas ante las autoridades policiales, pero con resultados infructuosos.
Así lo reconoció uno de los uniformados que acudió a atender a los quejosos, pero quien prefirió omitir su identidad porque son sus superiores quien están autorizados para atender a los medios.
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“Hemos recibido múltiples quejas de los vecinos respecto al nivel de ruido, especialmente durante las horas nocturnas”, se limitó a informar el subintendente policial.
Al dar traslado a la autoridad ambiental, el Departamento Administrativo de Gestión del Medio Ambiente, Dagma, de Cali, realizó visitas de inspección, vigilancia y control en el barrio.
Como resultado, el Dagma conminó al propietario, cuya identidad los vecinos optaron por mantener en reserva, con el ánimo de contribuir a un ambiente de diálogo y paz.
Sin embargo, el organismo ambiental impuso una sanción al propietario del bar equivalente a un día de cierre y a su asistencia a un curso de concienciación sobre ruido y bienestar mental.
Fue a partir de ese paso que el dueño del barrio comenzó a tomar medidas para reducir el ruido proveniente de su establecimiento, lo que ha sido notado por algunos residentes e incluso por sus colegas y propietarios de otros establecimientos causantes de problemáticas similares.
En efecto, Amalfi Rojas, una de las vecinas que resultaban afectadas, comentó: “El ruido ha disminuido en comparación con meses anteriores”.
Desde entonces se ha notado que las acciones de la comunidad han producido algunos cambios positivos. No obstante, el proceso para asegurar que el establecimiento cumpla con las regulaciones continúa.
Luego de que el establecimiento fuera cerrado por un día por no seguir las normas establecidas, este llamado marcó un avance para la comunidad y una esperanza de recuperar la tranquilidad.
Hoy existe un esfuerzo conjunto para limitar las operaciones del bar a ciertos días de la semana y para asegurar que el propietario siga las pautas establecidas.
Por la persistencia y constancia de los residentes del barrio El Diamante, quedó demostrado que la contribución para mejorar la convivencia y calidad de vida de todos conlleva la construcción de un ambiente de paz.